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Foto del escritorAlan Quiroz

Libre mercado o intervención estatal.

La contingencia ambiental que experimentamos quienes vivimos en la CDMX puso sobre la mesa un debate interesante: ¿Debe una empresa de traslados (taxis) someter a sus usuarios a las reglas del libre mercado o sumisamente modificar sus tarifas bajo las presiones de un gobierno que interviene? Desde luego hablo de UBER y desde luego pienso que ninguna de las dos.


Planteo dos premisas.

1.- UBER es un gran modelo de negocio: genera empleos y jugosas ganancias a sus inversionistas al tiempo que soluciona algunos problemas de transporte,

2.- La libre empresa dentro del libre mercado (real) debe gozar de la no intervención de gobierno alguno para su operación o desarrollo de su modelo.

Sin embargo el modelo de UBER no es tan bondadoso como profesa su business plan aunque use a cool name como “Tarifa Dinámica”. Ojo, si partimos sólo de las dos premisas arriba descritas, corremos el riesgo de ver sólo una parte del problema y sobre todo cuando es México el lugar en cuestión.


Me explico.


A México y a sus habitantes se nos prometió un libre mercado (con todo lo que eso significaba). En 1982 nos dijeron: “Que el mercado se auto-regule, para eso es libre”, “los mercados son sabios”, “el proteccionismo estatal no sirve”, “la burocracia es complicada y enemiga de las empresas”, entre otras frases vendedoras; sin embargo en la práctica, llevamos casi más de 40 años sin un libre mercado real: ese que nos hace competitivos, ese donde sin importar tu tamaño eres un jugador relevante y ese donde no existen “jugadores preponderantes” pero estamos exactamente en las antípodas de esa idea.

Estamos rodeados de monopolios; desde las telecomunicaciones estratégicas para el desarrollo nacional hasta el pan procesado y como deducirás, lo anterior contraviene toda lógica de un libre y competitivo mercado.


Idealmente, bajo esa vieja promesa, cualquiera podría triunfar en el libre mercado. Sobra decir que no sucedió. Ahí los números a la vista de quien quiera verlos.

UBER se rige por reglas del libre mercado y que, probablemente, son buenas en economías libres, justas, competitivas y sanas pero ese no es el caso de México.


UBER aplicó su Tarifa Dinámica en un contexto de suyo complicado: contingencia ambiental que limitó la circulación de automóviles, que persiguió a quien desobedeciera en una ciudad donde el transporte público es insuficiente, inseguro y de muy mala calidad.


Se argumenta, en descargo de la empresa con oficinas en Market St y 11th St en San Francisco, CA que: “los usuarios aceptaron la tarifa, que ahora no lloren”; punto válido si no se analiza el contexto descrito arriba pero sobre todo si aceptamos el hecho de que “tener dinero” te obliga a pagar un sobreprecio solo porque así lo dice el libre mercado.

Cuando la demanda encarece la oferta es un mercado libre, cierto, pero dejará de serlo cuando tu alternativa al no llegar a trabajar es pagar un desproporcionado sobreprecio.


No creo que exista entre nosotros los mortales un solo caso en donde teniendo un transporte de calidad, seguro, rápido y eficiente, queramos pagar un sobreprecio en servicios privados.

Por tanto pienso que UBER actúa como especulador (Tarifa Dinámica) ya que sabía que la contingencia (no vista en 13 años) modificaría las condiciones del mercado y no la desactivó, disparando así el costo de los viajes hasta en $1,200 pesos cuando no debían costar más de $200.


Se trata de algo similar a lo que ocurre con las líneas aéreas que suben y bajan sus tarifas a discreción.


Creo también, que la intervención del GDF para regular la modalidad Tarifa Dinámica (ojo no las tarifas regulares) fue adecuado para proteger al consumidor que perdía por cualquier lado. Pero antes de acusar a Mancera (santo que no es de mi devoción) de “cerdo comunista”; no olvidemos que UBER no está ceñido a regulación ordinaria alguna por parte del GDF: no paga revista, no paga placas de concesionario, no paga licencias tipo B, etc. pero sí goza de clientela ávida de transportarse.


Por último, si queremos culpables de este hecho pero al mismo tiempo no eludir responsabilidades compartidas; encuentro tres cuando menos:


1. UBER por no tener una plan de contingencia en caso de contingencias (si conoce su negocio sabrá que CDMX no es San Francisco en materia de transporte y que siempre habrá alguna eventualidad que la ponga en corto circuito como ahora pasó),

2. El gobierno de la CDMX ya que durante los 13 años que no hubo contingencia, no hizo nada para mejorar la infraestructura de transporte y ponerla en sintonía con la demanda de la ciudad; y

3. Nosotros, los ciudadanos, por exigir muy poco a los gobernantes de la ciudad y sólo clamar por nuestros derechos cuando “hoy no circulo”.

Por eso digo, ni libre mercado ni intervención estatal; tan sólo un mercado acorde a la realidad de los habitantes que sólo necesitan transportarse.

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